En el marco del Proyecto Historias que cuentan nuestras cuencas, impulsado por el Programa Provincial de Cultura del Agua y con el apoyo del Consejo Federal de Inversiones (CFI), el equipo de trabajo visitó la Balsa que, sobre el cauce del Arroyo las Conchas, une la costa paranaense con Villa Urquiza. Esta es una de las pocas balsas que aún subsisten en el país, y es única en su tipo ya que posee un sistema de tracción a sangre.
La balsa está vigente desde el año 1942 y actualmente, está siendo operada por la tercera generación de la familia Cardeña. Desde hace 30 años es Carlos Cardeña quien la manipula, sin embargo, su historia familiar lo precede ya que esta balsa fue manejada por su padre y heredó este oficio. Además, comenta que su hijo también ha probado el oficio.
Con 80 años de viajes sobre el arroyo Las Conchas, la emblemática balsa «Maroma», que une la ciudad de Paraná con Villa Urquiza, es uno de los atractivos turísticos de la zona y se constituye como un patrimonio histórico del departamento capital de la provincia.
Esta balsa permite el paso de Paraná a Villa Urquiza y viceversa acortando la distancia en 20Kms. Puede vivírselo como una excursión, aunque en el pasado fuera un medio de comunicación y transporte de suma importancia.
Su atractivo consiste en llegar al arroyo Las Conchas y subir a un flotante que cruza a la otra orilla gracias a una polea que Carlos Cardeña, el balsero, mueve a mano para ir enganchados por un alambre que atraviesa el curso de agua.
Se trata realmente de una experiencia única y personal, ya que solo se puede subir de a un auto por vez.
Un paisaje cambiante
Desde hace 30 años que Carlos manipula la balsa, a esa experiencia, se suma la adquirida por su padre, ya que la familia Cardeña ha estado presente en esta conexión fluvial desde sus inicios.
Uno de los momentos más duros que les tocó atravesar fue el cierre por la bajante extraordinaria que, sumado a la pandemia, obligó a pausar los viajes durante dos años.
Pero Carlos explica que las crecientes también son muy duras y hasta lo entristecen, porque ante cada crecida, el arroyo y su fuerza arrastran árboles y ramajes, rompiendo todo a su paso y, muchas veces, arruinando los caminos y los arreglos que tanto esfuerzo llevan.
En este sentido, Carlos comenta los cambios que ha sufrido el entorno, el paisaje con el paso de los años, pero siempre rescata y recalca lo hermoso que es vivir allí. “Yo salgo a recorrer un poco y encuentro unos lugares hermosos, pero más que contarlo, lo lindo es venir y vivirlo”, dice Carlos fascinado con este entorno que es su oficina, aún hoy, 30 años después.
Pero Carlos no es el único que se maravilla con este paisaje que conforma el serpenteante Arroyo Las Conchas, porque según comenta: “para los chicos era una emoción tremenda, las criaturas se maravillan”, y sus tres nietas no son la excepción.
Esta balsa es un patrimonio histórico, pero también cultural de nuestra provincia porque invita a transitar un viaje de otra manera. Dejando de lado el apuro y el asfalto para abrirse paso al camino de tierra rodeado de vegetación y adentrarse en el ecosistema de la Cuenca Las Conchas para disfrutar de la belleza natural de nuestra región.